
Actualmente debo estar conviviendo con varios tipos de virus pre-invernales-maquiavélicos dentro de mi oficina de trabajo.
He visto caer a varios. Margarita sucumbió ante el temido, rápido y efectivo Adenovirus, rindiéndose al malestar general y de paso dejando al sinverguenza e infiltrado sistémico instalado en el reducto laboral.
De ahí en más he sido testigo presencial de la caída de varios otros insignes compañeros como "Hugol" el shogún de la sacada de vuelta, José "rusio cara de loco" Leiva, Aldo "Ronblero" el hombre informático, Gabriela mi siempre estresada e inoperante jefa y un par de personajillos más que no viene al caso mencionar.
En definitivas cuentas estoy rodeado y es sólo es cosa de tiempo para sucumbir a la infección.
Es como si estuviera en una película de zombies, pero mala (esos malnacidos por lo menos estan muertos y no tienen que cumplir con un prolongado horario de trabajo).
Una de mis partes favoritas del día es ver la batalla a mansalva que se genera por el uso de la calefacción al interior del piso en que trabajamos (en un tira y afloje que sería digno de registrar en cámara) entre dos grupos de féminas: las calurosas y las friolentas.
Estas últimas ni siquiera en verano sienten calor y gran parte del foco infeccioso es su culpa ya que suben el termostato hasta transformar nuestro sarcófago en un sauna (se imaginarán el pequeño choque de temperatura que implica el pasar de 40 grados a la gelidez que se está empezando a sentir por estos lados).
En fin, mi amigo el profesor Fujishima dice que para prevenir ser contagiado con algun tipo de influenza o virus aviático es recomendable:
- Beber una copa de vino al mediodía.
- Andar con una pata de conejo en el bolsillo o cartera.
- Usar un látigo para ahuyentar a los infectados (se recomienda ver Indiana Jones 4).